Los primeros sistemas de freno aparecieron en el siglo XIX junto con las carretas de caballos. Estos sistemas eran sencillos, manuales y eficaces. Estaban formados por una palanca que al ser accionada empujaba una zapata, la cual rozaba directamente con las ruedas de la carreta produciendo fricción y desacelerando el vehículo.
Luego, aparecieron los primeros automóviles con motor. Estos desarrollaban velocidades superiores, por lo que el surgimiento de las primeras pastillas de freno fue obligado. Estas se producían con fibras de algodón entrelazadas y una mezcla de hilos de latón. Lógicamente la resistencia de los materiales al calor producido por la fricción, era débil e incluso deficiente.
Fue hasta 1920 cuando se modificó la composición de las pastillas, gracias a esto adquirieron mayores propiedades y mejor resistencia. En lugar de usar hilos de latón, se utilizaron partículas del mismo material. Esto brindaba mejor frenado a los vehículos y un menor desprendimiento de ceniza.
En las décadas posteriores, los cambios que sufrieron las pastillas comenzaron con la participación del grafito hasta llegar al uso de materiales semi-metálicos. Es en la década de los años 80 cuando la aerodinámica se hace presente en los vehículos y es el punto de inicio de nuevas tecnologías en la fabricación de fricciones y pastillas de freno.
Actualmente, la formulación y características innovadoras en la producción de pastillas amplían capacidades de frenado, reducen ruidos y evitan acumulación de polvo en las ruedas.
Por ejemplo en el mercado hay una nueva línea de pastillas de cerámica, indicada para vehículos de alto desempeño. Estos productos se destacan por su durabilidad, eficacia de frenado en altas velocidades, comodidad sonora y reducción de polvo en las ruedas. El sistema Ceramic brinda alto desempeño y durabilidad en condiciones extremas, pues el material utilizado aumenta la capacidad de frenado y durabilidad del producto, ya que disipa rápidamente el calor.