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Prudencia

DEFECTO POR AUSENCIA: INPRUDENCIA

DEFECTO POR EXCESO: EXCESO DE

 

La prudencia tiene un valor altísimo en la vida. Su uso equilibrado es vital para la supervivencia y para experimentar armonía en la vida; el problema es que, en realidad, explorar los excesos y la ausencia de esta virtud es a veces desafiante, por lo que en general a lo mejor no lleguemos a encontrar el punto medio exacto.

Lo que es preferible experimentar es un factor de mucha subjetividad. Las personas tienen diferentes estilos de vida según su gusto personal y éstos siempre reflejan una mayor o menor cantidad de prudencia. Ciertamente, el equilibrio es algo que, en resumidas cuentas, no es posible identificar sin tener puntos de referencia sobre lo que los extremos son. Sumergirse entonces en la prudencia supone un sentido de equilibrio relativo a la cautela y, por tanto, una forma de experimentar vivir que no es ni cobarde ni temeraria, sino altamente valerosa y vívida.

Las personas prudentes son, en sí mismas, personas de mucho pensamiento, pues su prudencia se desprende de la capacidad de analizar la vida de otras personas desde el punto de vista de causa y efecto, para luego tomar sus decisiones en un contexto de “riesgo calculado”. Su habilidad para tomar riesgos no es impulsiva o descuidada… su habilidad para tomar riesgos es de alguien muy consciente de todas las implicaciones de sus elecciones.

Si observamos a alguien prudente, veremos que se detiene al menos por segundos a pensar en las implicaciones de las cosas que tiene por delante y que es cauto en cuanto a no tomar riesgos de manera irresponsable. No son para nada “miedosos”, sino que tienen claras las prioridades de su vida y sus objetivos, además de consideración en cuanto a los efectos de sus acciones.

Son más bien estrategas de alto calibre y dirigen sus vidas con un balance entre “juego” y “seriedad” y acostumbran ser estructuradamente cautos en cuanto a su forma de hacer todo.

Son conscientes además de que es necesario desafiarse para trascender límites previos, por lo que se les ve con frecuencia un poco después de pensar, navegando un mundo de riesgo en el que ellos son capaces de enfrentar sus miedos, aún si no lo sienten valer para replantearse los límites de su existencia. Los prudentes son, con frecuencia, líderes de otros que con su equilibrada acción, son capaces de combinar riesgo y precaución de manera que se hacen crecer a sí mismos y a todos alrededor, sin tragedias ni dramas.

La forma extrema de esta virtud es una de sobreprotección y de involuntariedad para tomar riesgos que mantienen su actuar limitado y sin poder salir del pequeño mundo predefinido por sus limitaciones de costumbre. La gente con exceso de prudencia simplemente “no toma riesgos” y pretende actuar siempre “a lo seguro”.

Si piensas en alguien con exceso de prudencia, seguro es alguien extremadamente nervioso y con cautela extrema, que puede dejar pasar oportunidades de expandirse y revisar sus límites en pro de mantenerse “seguro”. Los que padecen de extrema prudencia se sienten débiles y no tienen un concepto personal establecido, de manera en que no puedan confiar demasiado en sí mismos.

La forma opuesta a este defecto por exceso es la imprudencia. Los que la padecen son personas con poco respeto y consideración por las formas de vida a su alrededor; generan tensión y terribles consecuencias con mucha frecuencia. Su inconciencia les impulsa a actuar con aplomo, aún ante situaciones en las que sería mejor detenerse a pensar y, serenamente, edificar un plan antes de actuar.

Junto a otros imprudentes, las personas de este tipo suelen salirse de los límites de cualquier forma “coherente” de vida y se colocan en la lista de “extremos” y “autocomplacientes” que generan tensión y rompen las reglas y las limitaciones que tienen, a costa de actuar despreocupadamente. Su propia idea de sí mismos les coloca en posición de sentirse fuertes, por encima de toda ley o restricción, lo cual con frecuencia actúa en su beneficio, pero también a menudo les trae pérdidas y tragedias a ellos mismos o a personas cercanas a su entorno.

Ciertamente no es sencillo llevar a equilibro el pensamiento en cuanto a “de qué somos capaces o no”, puesto que en realidad no lo sabemos, a menos que lo intentemos.

Suspiramos todos y reímos al entender que el tema de explorar los límites de la acción se debe tomar con una profunda sensibilidad, tanto por entender que de no tomar riesgos no creceremos y veremos nuestro máximo potencial, como que de excedernos toparemos los límites duramente y con consecuencias serias en algunos casos.

Tal vez se trate más de una decisión de cuánto deseamos las cualidades que podrían aparecer dentro de nosotros, si exploramos los límites más agresivamente y de estar dispuestos a pagar el precio de revelarnos a “las leyes de la limitación autoimpuesta”… para descubrir nuestra naturaleza extraordinaria. En todo caso, cuando es un prudente quien explora los límites lo verás actuar en su expresión, verás delicadeza y templanza de carácter.

 

Silvia Larrave

www.silvialarrave.com

[email protected]

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