No vemos el mundo como es, sino “como somos” es decir: de acuerdo a nuestra percepción…
Todo lo que sucede es filtrado por la percepción y sigue interminablemente a la forma de pensamiento que tengamos, una reacción emocional equivalente, de manera que la calidad de nuestra vida será determinada por la calidad de nuestros pensamientos.
Si analizamos qué componentes tiene la percepción para evaluar, notaremos que usa fuentes de información como:
Los 5 sentidos
Tenemos una experiencia que comienza por alguno o varios de los sentidos y que de acuerdo a lo desarrollado que los tengamos, podremos asimilarlo.
Por ejemplo: en algunas personas predomina lo visual, de manera que si le ofrecemos una explicación que es sólo auditiva, puede no llegarle por completo el mensaje.
Tenemos que comprender cuáles son nuestros sentidos dominantes y dudar de lo que hemos recopilado como información, haciendo preguntas confirmatorias para cerciorarnos de estar bien informados. Se puede ser visual, auditivo o kinestésico y es importante darnos cuenta de la forma en que asimilamos las cosas, así como el cómo la asimilan otros alrededor con quienes tenemos relación.
La memoria
Establece relaciones entre lo que sucede ahora y nuestras experiencias pasadas, por lo que, a veces, sesga la información.
En principio el mecanismo facilita que no olvidemos lo aprendido y experimentado y así nos podamos resguardar de peligros que ya han cruzado nuestro camino antes.
El problema es que cuando una persona ha vivido una experiencia de índole traumática en el pasado, el tema queda asociado no sólo a hechos, sino a miedo, lo cual nos predispone a interpretar futuras situaciones similares bajo la distorsión del miedo.
Las Creencias
Son el punto de origen de todos nuestros juicios y valoraciones, eso las coloca en el lugar del mayor influenciador de la percepción con mayor impacto en nuestra interpretación de la vida.
Si tenemos creencias rígidas, seguro experimentamos entre otras, un grado de dificultad para establecer “los hechos objetivos” de “lo creído”.
No importa que tan seguros estemos de algo, es sabio considerar que siempre hay “margen de error” en lo que creemos, especialmente si consideramos que las creencias también se introdujeron a nuestro sistema de pensamiento, alguna vez a raíz de experiencias que a su vez fueron distorsionadas por la ignorancia de factores importantes o por sentimientos que tenían más que ver con niñez que madurez.
La Imaginación
Proyecta teorías en nuestra mente en fracciones de segundo. Y a veces se confunden esas proyecciones con hechos, por falta de análisis objetivo de lo que pensamos.
Son verdaderamente frecuentes las ocasiones en que los vacíos de información son llenados por nuestra imaginación o por una sola teoría de lo acontecido, cuando en realidad siempre hay muchas posibilidades.
La Lógica
Es la forma racional que usamos para ordenar los acontecimientos e inferencias de pensamiento que se derivan de nuestra consideración de un asunto, puede ser usada tan rápido, que por apresurarnos, asumimos como real algo equivocado.
Si tenemos este mal hábito, las consideraciones que se hagan pueden ser falsas e inclinarnos a evaluar incorrectamente los hechos.
Si algo “duele” se requerirá de tiempo de contemplación y exploración de más ángulos, para desmantelar un escenario complejo de mejores perspectivas y generar actitudes más constructivas.
Nuestros impulsos animales
Los deseos, la competitividad, la envidia, el orgullo y el odio, el hambre, la enfermedad, etc., son corrientes de temas de índole animal que fluyen por nuestro sistema todo el tiempo.
Si los perdemos de vista o reprimimos, éstos encuentran tarde o temprano su camino hacia afuera, al distorsionar nuestros pensamientos con su intensidad acumulada.
La calidad de la comunicación con los demás
Si la comunicación con los demás involucrados en la experiencia es insuficiente o deficiente, ya sea con o sin intención, el análisis de las circunstancias será deficiente.
La objetividad para clasificar datos
La objetividad con que seamos capaces de clasificar y procesar datos internos y externos, determinará la calidad de la conclusión que saquemos de ellos y de allí se derivará la emoción resultante.
Si sólo estamos prestando atención a las emociones y no a los pensamientos, no recordaremos estas relaciones relativas de nuestra experiencia y viviremos interminables historias de dolor que suceden por asociación más que por realidades, acabaremos evitando cosas que no requieren evitarse y dejando que el escalamiento emocional crezca a niveles dramáticos y lo peor, viviremos una y otra vez en las emociones del pasado.
¿Cómo podemos cambiar lo que estamos sintiendo al respecto de algún tema?
Cuando las emociones que tenemos son menos que agradables, se puede hacer algo al respecto: Tomar unos minutos para entrar en contacto con uno mismo y revisar la objetividad de la información de la que disponemos.
Una forma sencilla y muy eficaz para descubrir fallas en el proceso es preguntarnos al respecto del tema que nos aflige:
¿Es esto verdad? ¿Es esto objetivo? ¿Es ésta la única posible explicación para lo que ocurre u ocurrió? ¿Qué otras alternativas probables hay para explicar esto?
Propóngase explorar cómo se vería el asunto desde un punto de vista contrario y crea un rato que se puede justificar así, ¿qué explicaciones se requerirían para que fuera válido verlo así? Cuando indagamos en lo vivido y replanteamos el tema sin estar “casados” con la primera impresión, descubrimos que el legado de emociones del que tenemos propensión nos influye a cada rato y que de no hacer esta tarea de replanteamiento, el sesgo de lo que interpretamos ante la vida puede ser alto y desfavorable.
Silvia Larrave
Del libro “En Busca de la Ecuanimidad”
info@silvialarrave.com