ECUANIMIDAD: Igualdad y constancia de ánimo derivada dela imparcialidad de juicio.
DEFECTO POR AUSENCIA: REACTIVIDAD
DEFECTO POR EXCESO: REPRESIÓN EMOCIONAL
Cuando dejamos de creer que nuestras reglas, creencias y formas de explicar las cosas son “absolutamente ciertas, en todos los casos” le ayudamos a la vida a mostrarnos con serenidad nuevos caminos o a, simplemente, ser conscientes de que el flujo de los pensamientos y emociones es tan variable e impulsivo que no conviene actuar al respecto, sino hasta que en serenidad seamos capaces de evaluar objetivamente y discernir el camino apropiado.
Las personas ecuánimes no muestran “picos” en sus emociones.Son justas, serenas y tienen la virtud gracias a su fuerza, autocontrol y deseos de ver más allá de las apariencias de las cosas, para descubrir las formas de expresión, sin juzgarlas y para adaptarse a moldear su mente de acuerdo a la posibilidad, en lugar de juzgar las experiencias de acuerdo a sus reglas y creencias.
Las personas ecuánimes se toman segundos en abrir su mente para buscar TODAS las POSIBLES explicaciones a los acontecimientos. Ellos comprenden que cada persona tiene su propia manera de pensar y reaccionar y que, por lo mismo, la explicación de por qué suceden las cosas sólo puede corresponder al tema de “descubrir”, en lugar del de “juzgar en función de creencias”.
La virtud, de esta manera, encuentra su cauce, se abrevia un estado de ánimo y se somete a la razón, a fuerza de voluntad; se dirige la mente conscientemente en vez de que ésta fluya desbocada según la inercia de los propios esquemas de pensamiento previos.
El defecto por exceso no corresponde a “usar la virtud más de la cuenta”, sino a intentar aparentarla o usar los medios equivocados para forzarla, con tal de no caer en el defecto. El exagerado intento de “parecer” más que de “ser” ecuánime, daría como resultado un estado de aparente serenidad, en donde no se siente nada por las cosas, como en un estado de represión (usando sólo la voluntad para auto-controlarse), más que de consciencia plena (cuando hay convicción de que las cosas pueden explicarse de muchas maneras).
La exageración siempre está en función de guardar apariencias o de tratar de evitar caer en el defecto por miedo y por ello se procura reprimir toda emoción, creando una “falsa ecuanimidad”. Las personas en este lado del defecto son un tanto irresponsables consigo mismas.
Se toman las emociones como un “bocado de muerte lenta” y saquean su propia serenidad a través de autocontrol sin razonamiento. Se refugian en la apariencia y se presumen ecuánimes cuando en realidad son ignorantes de la fuente de consciencia real por la cual uno puede permanecer sereno, a pesar de las circunstancias.
El problema es que dominaron el arte del autocontrol, pero no el de manejar la mente para indagar y suspender juicios. La virtud sólo se dá en quien sepa darse a la tarea de ser fuerte, internamente, tenga la habilidad de ser flexible de pensamiento y encuentre el liderazgo para conducir sus razonamientos, siempre con frescura y objetividad.
El defecto por ausencia de la virtud es la reactividad. Ésta consiste en actuar a partir de todo lo que se siente instantáneamente al respecto de las circunstancias, lo cual corresponde a evaluar la situación frente a nosotros sólo con las ideas y creencias que hemos derivado de vivencias anteriores, sin ser lo suficientemente flexibles como para evaluar la situación objetivamente y explorando otras posibilidades de interpretación de los sucesos, además de las que en automático se dan a partir de nuestras experiencias anteriores..
Su dolencia es desagradable, tanto para el que tiene el defecto, como para quien se sitúa cerca del sujeto, pues tienden, por su reactividad, a estar:
- Equivocado en sus reacciones y la rigidez con que evalúan las situaciones los hacen irritables, negativos y “pobres” en sus apreciaciones de las cosas.
- Tan eufóricos que se van de boca en su reacción.
- Muy enojados que desproporcionan todo.
- Muy tristes como para ver lejos.
- Muy impulsivo para poder hacer lo correcto.
- Manipulado por sus emociones.
Las personas reactivas experimentan mucho desgaste en sus relaciones, por la forma en que se conducen, estallan o actúan, siendo dominados por el fluir de sus pensamientos, sin tener la responsabilidad de administrarlos, conscientemente, para llevarlos a objetividad.
La pasividad con la que se someten a lo que “les nace” evita que se den cuenta de más posibilidades y, además, les predispone a creer que los demás “deberían” actuar “de cierta manera”, lo cual les irrita, genera molestia y conflicto hacia el tema.
La virtud de la ecuanimidad tiene que venir de la reflexión; de “darse cuenta” y no de auto controlarse. De la apertura, flexibilidad y aprecio de las posibilidades, antes que la ceguera de la mente propia y sus limitados puntos de vista, programados por personas y eventos del pasado.
Las verdaderas virtudes son un equilibrio, además ésta no es la excepción; se dá primero por autocontrol, pero no a fuerza de usar esta única cualidad, sino de intermediar con proactividad la mente para evaluar más abiertamente y en concordancia al presente y no al pasado.
Silvia Larrave
www.silvialarrave.com