Para aquellos quienes caminamos el sendero del liderazgo y aspiramos desarrollarnos en este retador camino, un factor que resulta fundamental tener claro es: ¿Cuál es la imagen que estamos proyectando?
El primer punto en todo esto, entender por qué es importante la imagen que uno proyecta.
Impresionar con una imagen equivocada o mala a la gente que queremos influenciar, simplemente resultará en fracaso y pérdidas de toda clase.
La clave aquí está en que es muy fácil ignorar, o perder de vista, la imagen que los demás están viendo de nosotros.
La lección que podemos aprender aquí es recordar que los demás siempre nos están observando y que tendrán en cuenta todo lo que ven, escuchan y perciben de nosotros, de tal forma que cuando les estemos solicitando su apoyo y colaboración a nuestra visión, responderán de acuerdo a la buena o mala imagen que tengan; por lo mismo, no debemos conformarnos con meramente comunicar la visión, sino hacerlo de manera clara, creativa y continuamente; con el ejemplo y trabajo eficaz, de modo que la imagen de esta visión cobre vida en nuestras acciones.
En general, entre mejores sean las acciones del líder, mejores serán las acciones de su gente. Esto no quiere decir que los líderes tienen todas las respuestas o saben resolverlo todo. La incertidumbre no es indicación de un mal liderazgo; más bien, indica la natural necesidad de liderazgo en una situación. Se puede liderar en medio de la incertidumbre, pero no en medio de la confusión. Las personas no seguirán a un líder confuso. Es aquí que se vuelve tan fundamental tener claridad y poder comunicarse con ella.
El segundo punto consiste en aprender a cambiarnos a nosotros mismos antes de intentar mejorar a los demás.
Se dice con mucha frecuencia que los líderes son responsables de la actuación de su gente, que la responsabilidad es de ellos. Para mejorar la actitud de su equipo, los líderes deben actuar como agentes de cambio. Sin embargo, un gran peligro es la tentación de intentar cambiar a los demás, sin primero hacer cambios en uno mismo. Resulta esencial comprender que, como líder, la primera persona a la que necesito dirigir eficazmente es a mí mismo y, por lo mismo, a la primera persona a quien le exigiré cambiar, es a mí mismo. Para seguir siendo un líder creíble, debo ser siempre el que primero trabaja y se esfuerza más en cambiarse y mejorarse.
El tercer punto resume el valor de dar siempre un buen ejemplo.
Las estadísticas de encuestas relevantes de opinión revelaron que los seguidores, en general, esperan y valoran, más que cualquier otra cosa, que sus líderes dirijan sus organizaciones dando el ejemplo. Quieren líderes cuyas creencias, mensajes y acciones sean congruentes. La clave de esto es reconocer que estaremos dando el ejemplo sólo si vamos adelante, abriendo brecha para los demás, marcando el ritmo, asumiendo retos, practicando lo que se predica; viviendo la misión y contagiándola con comunicación entusiasta continuamente.
Detengámonos pues por un momento a meditar y atrevámonos a ver sin maquillaje, cómo es la imagen que estamos proyectando. Seguidamente demos el paso en mejorarnos a nosotros mismos antes de exigir la mejora de otros y, finalmente, atrevámonos a dirigir nuestras organizaciones dando el ejemplo.
Alejandro Larrave
“El ejemplo eficaz de la visión del líder hace que la imagen tome vida.”
John Maxwell
