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Excelencia

Tabla de contenidos

La excelencia tiene una raíz en tres factores importantes:

  1. La cantidad de atención que les ponemos a las cosas
  2. La cantidad de acción que pongamos en ellas
  3. La calidad del esmero con que hacemos cada acción requerida

No tiene que ver con que uno sea “más” que otras personas, sino con la eficacia con que seamos capaces de administrar nuestra atención, tiempo y energía cada día; además de tener la buena disposición de hacer las acciones de manera dedicada y esmerada, aunque esa clase de “dominio” seguro nos hará dignos de gran respeto.

Siendo éstos recursos difíciles de administrar con completa eficacia, se explica fácilmente por qué alguien que pueda ser muy dedicado, puede tener resultados mediocres en algo y alguien con mala disposición, tener mejores resultados, si acertó en las acciones oportunas y la atención puesta en ellas cuando era vital.

Las personas que son excelentes saben ver con cuidado la relación de tiempo y esfuerzo que se requiere para cada cosa y la adoptan con esmero y buena voluntad, por lo que sus resultados son excelentes. Las personas excelentes saben calcular bien su tiempo y saben darle a todo lo que hacen, lo importante y lo menos importante, un lugar y una dosis adecuada de esmero, saben delegar y entregar a otros partes de la tarea para llevarla a ser excelente.

Las personas excelentes tienden a dar de sí en sus quehaceres, causando belleza en lo que hacen. Toman algo y le dan su atención ininterrumpida y luego pasan a la siguiente acción con el mismo esmero. Su secreto es priorizar correctamente sus compromisos y luego sus acciones.

El defecto en que se puede caer, por ausencia de esta virtud, es la mediocridad. Algunas veces la mediocridad es causada por falta de esmero y de atención a los detalles y, con la mayor de las frecuencias, por inefectividad para discernir sobre como priorizar y cómo dejar de lado las cosas menos importantes y dejar una carga realista dentro de nuestras posibilidades.

Requiere menos mala intención de lo que se presume y la verdad, sucede sin intención siquiera la mayor parte de las veces. Son pocas las personas mediocres que lo son por elección. Su voluntad de ánimo puede ser mala, pero las personas mediocres son los mismos que en otras áreas pueden ser excelentes. Podríamos decir que las personas mediocres, en general, tienen dificultad para organizarse, para esclarecer prioridades y para limitarse a comprometerse a límites realistas de tiempo y algunas pocas son haraganas y despreocupadas y no les interesan los resultados, sino pasar el tiempo sin incomodarse mucho.

El defecto por exagerar la virtud se da cuando usamos la excelencia como medida de nuestro valor personal en comparación con otros. Si lo planteamos más detenidamente, el exceso puede darse también por estar exageradamente dispuestos a perfeccionar algo, sólo por evitar sentirnos desvalorizados, por hacerlo para complacer a otros o por dejar que los demás sepan de nosotros.

Su molde de acción es, en todo caso la competitividad, y no el amor a las tareas, por lo que si puede llegar a pasar de excelencia a obsesión, si el individuo no es mesurado en la administración de prioridades o de tiempo.

Con esto, desmitificamos el hecho de que la excelencia sea una virtud alcanzable sólo por ciertas personas privilegiadas y nos reenfoca a notar que para alcanzarla, sólo hace falta aprender a administrar correctamente tiempo y energía  para luego rociar las acciones de buena voluntad y dedicación equilibradamente.

Silvia Larrave

info@silvialarrave.com

www.silvialarrave.com

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