Ser agradecido es un deber moral para quien se sabe bendecido por la bondad de otro. Por supuesto, es normal que tomemos un minuto para agradecer algo que hemos recibido; sin embargo, la virtud del agradecimiento va más allá de ser agradecido solamente en el momento; involucra el hábito de poner atención y aprecio en todo con lo que la vida nos bendice a diario y pese a que tener esos privilegios pueda ser rutinario. Ser capaz de vivir en la consciencia de lo que vale lo que tenemos en todo momento y ofrecer reconocimiento y gratitud a los demás.
Las personas agradecidas son personas que están muy conscientes de la bondad de los demás y están pendientes de observarla y agradecer compensando lo recibido con lo que tengan a su alcance.
Las personas agradecidas saben distinguir lo importante de lo superficial. Lo que sienten siempre se debe a la causa de ser capaces de enfocarse en lo que tienen, en lugar de en lo que no tienen. Toman su vida, por lo mismo, como una bendición en la que “su vaso está medio lleno” y generan una acción de gracias a partir de todo lo que están observando que les mantiene satisfechos y agradablemente complacidos con mucho, por lo que su percepción es la de la abundancia en su vida.
Ciertamente hay momentos en que nuestras posibilidades no son similares a las de quien nos ha dado, o no son del mismo tipo de lo que hemos recibido, pero la persona agradecida sabe compensar, ya sea directa o indirectamente, lo que recibe y no permite que la bondad de otros caiga en el anonimato o se derroche sin reconocerla.
El defecto por ausencia de esta virtud es el mal agradecimiento. Las personas egoístas suelen ser malagradecidas, pues su impresión es que todo debe enfocarse en ellos, sus necesidades y deseos; rara vez se ocupan de reconocer el mérito en los demás. Su inclinación a verse a sí mismos como “el centro de atención”, con demasiada frecuencia les ha hecho descuidados y poco conscientes de todo lo que los demás pueden estar contribuyendo a su vida.
El mal agradecimiento se da por dos puntos de estados opuestos:
- Tienen el autoestima demasiado alto y su complejo de ser impresionantemente valiosos, les hace menospreciar a los demás y sus gestos de bondad.
- Su falta de autoestima les hace enfocarse en todo lo que les afecta y duele de la vida y, por lo mismo, se vuelven incapaces de agradecer todo lo que sí tienen, por encontrarlo insuficiente para verse felices.
Los egoístas suelen usar a los demás para sus propósitos, sin percatarse del valor de lo que toman y jamás lo agradecen adecuadamente. Los que tienen el otro extremo de la ecuación son poco conscientes de la desproporción de su bondad y el punto de equilibrio que necesitan encontrar ambos. La interacción, incluso bajo abuso, puede enseñarles mucho a ambos por medio de las consecuencias y llevarlos al equilibrio.
La otra forma de defecto se da cuando exageramos el agradecimiento que amerita cierta concesión y movemos demasiado para hacerlo, posiblemente, porque llevamos el aprecio al punto de idealización de la persona que nos ha dado lo que estamos tratando de corresponder.
Las personas en el exceso de agradecimiento, dan muestras excesivas de afecto y materia; por su pasividad y baja autoestima, consideran desproporcionadamente valioso el gesto de bondad que aquel con el que se agradece y lo sobre compensan.
Silvia Larrave
