Discreción: Capacidad de evaluar los momentos y circunstancias de la vida, con independencia de la manera propia de sentir o pensar hacia a ella, abriéndose a evaluarla con mente abierta, desapasionada y desinteresadamente.
La objetividad es muy difícil de lograr. Tiene uno que desprenderse de sus maneras preferidas de pensar y sentir al respecto de lo evaluado y renunciar a sus propios intereses para poder ver aquello con “objetividad”. De lo contrario, nuestros intereses en juego harán que las emociones y pensamientos se nos distorsionen y muevan “la lente de la mente” de modo que su evaluación será distorsionada.
Para ello se necesita ser flexible y capaz de ponerse en los zapatos ajenos y recordar que lo que nosotros mismos percibimos es apenas una práctica que puede estar siendo influenciada por el pasado o limitado por la capacidad de entender todos los factores involucrados en algo o simplemente ser parcialmente verdad.
Las personas objetivas saben clasificar bien la información, distinguiendo entre “hechos comprobados”, “hechos que siguieren posibilidades”, “información supuesta por la imaginación o la memoria emocional” (de sí mismos o la de alguien más), “teorías, incluso, altamente posibles” sin confundirlas con “la verdad absoluta”.
Su mayor gracia es la de discernir sobre la validez de la información que recaban y la consciencia amplia que tienen sobre que puede haber factores fuera de su consciencia, que estén influyendo en el tema evaluado sin que ellos lo sepan.
Someten sus evaluaciones lo más posible a la rigurosa prueba de la práctica, para determinar su validez usando la observación objetiva como método para comprobar sus teorías, a través de ejecutar “experimentos” con los que puedan comprobar la veracidad de sus argumentos y que, de ser ciertos, demuestren ser reproducibles una y otra vez bajo las mismas condiciones. Siempre entendiendo que algo puede ser verdad, aún si no se ha probado más allá de toda duda y que algo puede ser falso, aún si hay evidencia de que funciona en la práctica cuando ya se le somete a repetición y se saca la estadística.
Las personas objetivas se esmeran mucho por entender e incluir las opiniones de los demás cuando están evaluando algo. No se aferran a su propia opinión y persiguen como fin la verdad y no el tener razón.
Usan a quienes se les oponen para analizar ángulos que posiblemente hayan pasado por alto por no ser de su agrado o conveniencia.
Las personas objetivas no emiten juicios apresurados sobre las cosas. Saben esperar a reunir suficiente información antes de clasificar las cosas o cerrarse en alguna opinión.
Las personas objetivas saben darse espacio para considerar la creatividad como recurso de innovación. También saben dejar claro que no es su intención darle la razón a nadie por tradición o por complacer, sino porque verdaderamente haya argumentos racionales de peso para evaluar objetivamente la cosa en cuestión.
Las personas objetivas, no obstante a su apertura mental, saben también defender su postura con racionales argumentos y quedan apasionadamente sujetos a los debates sin cerrarse a evaluar otros puntos lógicos que pudieran ser válidos.