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LLAVE #3 Un código de honor sin distorsiones (parte 1)

LAVE #3 UN CÓDIGO DE HONOR SIN DISTORSIONES 

Para abrir la puerta hacia asertividad para actuar y causar efectos agradables en nuestra vida y la de los demás en nuestro entorno.

ASPECTOS DE LA PUERTA QUE ABRE:

Nadie tiene un código de valores impecable sin hacer un trabajo de rectificación de sus conceptos primero.

Al eliminar las distorsiones y desequilibrio de nuestro código de valores y proponernos instalar virtudes en nosotros mismos, surge la asertividad que es la habilidad de tomar decisiones que generan, como consecuencia a nuestras decisiones, la mayor cantidad de bienestar sostenible en nuestras vidas y las de aquellos en nuestroentorno.

Pese a que hacer lo correcto puede no siempre ser agradable, los sacrificios que requiere hacerlo son siempre compensados por un bien mayor al que se sirve cuando tenemos conceptos claros que mantengan en equilibrio el bien común y el bien individual.

CONSECUENCIAS DE NO TENER ESTE CONOCIMIENTO

  • Bienestar insostenible por ser egoístas en exceso.
  • Bienestar hacia el entorno que no contempla el bienestar propio.
  • Consecuencias indeseables a nuestras decisiones.
  • Ineficacia para hacer cambios los cambios necesarios para evitar situaciones desagradables en nuestra vida.
  • Sensación de ser victimizado por la vida, por estar atrapado en círculos viciosos.
  • Ansiedad de lo que podría pasarnos.
  • Adicciones para sobrellevar lanpresión de no poder influir.
  • Depresión por sentir que no podemos dejar los círculos viciosos de nuestra vida.
  • Frustración y desgano como efecto de todo lo anterior.

Como dije ya antes… todo problema o bendición que enfrentamos en nuestra vida empezó alguna vez entre la variada gama de decisiones que teníamos frente a nosotros, sin que supiéramos realmente todo lo que iban a desencadenar.

La asertividad es la cualidad de SABER CAUSAR los efectos deseados a partir de saber decidir sabiamente.

Los VALORES son el pilar conceptual sobre el que se edifica el equilibrio en nuestra vida.

Las VIRTUDES son la forma habitual en la que llevamos a la acción esos valores.

Conceptos distorsionados o difusos darán como resultado decisiones y hábitos con consecuencias inesperadas y potencialmente desagradables.

Valores claros equivaldrán a decisiones y hábitos acertados (virtudes) sin consecuencias indeseables y asegurarán que nuestros seguidores (niños, empleados, feligreses, etc.) puedan seguir el ejemplo felices, porque no habrá injusticia en nuestra manera de actuar.

Cada valor distorsionado, no esclarecido, causa una cascada de efectos destructivos en nuestra vida o la de quienes viven en nuestra cercanía y suelen repetirse en círculos viciosos a veces largos y a veces cortos.

Las personas suelen pensar en el tema de las virtudes sólo en un contexto espiritual, en donde frecuentemente lo consideran exclusivo para aquellos que quieren ser “santos” y, por sorprendente que pueda resultarle a algunos, esa no es la preferencia de todo el mundo; posiblemente, porque muchos consideran inalcanzable llegar a vivir en un ambiente real de justicia, donde todos tenemos derechos, privilegios y responsabilidades ecuánimes.

Sin duda, porque la percepción de sus propias experiencias de vida les ha llevado a creer que vivimos en un mundo donde es más importante tener fortaleza y astucia que virtudes, porque simplemente no todos estamos “jugando limpio” y, por si eso fuera poco, también han experimentado en carne propia que la fuerza, unida a la prudencia y la templanza, son dificilísimas de encarnar.

Por lo mismo, es muy difícil para ellos mismos contradecir su punto de vista que, aunque parece totalmente válido a simple vista, no incluye factores muy importantes por los que posiblemente no deberían rendirse.

En todo caso, es un tema de desesperanza, adquirida a través de la frustración continua (válida) de haber encontrado una y otra vez en su vida personajes que estaban más o menos lejos de mostrar un grado de honorabilidad y justicia respetables que pudiera ayudarles a concebir la posibilidad de que alcanzar ese estado fuera verdaderamente factible, realista o siquiera deseable; y haber experimentado la lucha interior natural que supone el traerse a sí mismos a equilibrio.

Si pienso en la transformación tan peculiar que se requiere para llegar a ser honorable, ecuánime y justo, comprendo fácilmente por qué alguien puede fácilmente llegar a la conclusión de que estamos naturalmente inclinados a ser egoístas y poco honorables, por lo que es lógico que la mayoría de personas no sean ni justas ni honorables y, a partir de esta premisa, sería un gran riesgo para uno mismo asumir una postura de valores (especialmente si no se tiene claro el límite de cada forma de actuar), porque nos colocaría inmediatamente en un grado de vulnerabilidad demasiado alto como para salir ilesos de nuestras interacciones con los demás.

También pienso que aquel que no ha descubierto en sí mismo alguna conexión a Lo Divino (sin importar la clase de” fe” que escogiera) tiene pocas posibilidades de lograrlo porque aquello que no es “cultura popular” no podría inspirarlo más que ese “SER” más allá de nosotros mismos.

Y es cierto… La virtud no es innata, como son las pasiones, instintos o tendencias. Si fueran propias de nuestra naturaleza, todos seríamos virtuosos por el mero hecho de ser humanos y esto, desde luego, no ocurre.

Pero, aunque no es un don de la naturaleza, la virtud tampoco es imposible. Es un asunto, primero de discernimiento y luego de decisión y todos podemos aspirar a lograr eso.

¿QUÉ SE REQUIERE PARA LLEGAR A SER ASERTIVO?

Más que nada, claridad y una férrea decisión de “hacer lo correcto” en función de lograr un bienestar compartido con los demás y sostenible en el tiempo.

El verdadero reto es ser consciente de la relevancia crítica que tiene alcanzar esa claridad para darse a la tarea de hacer un proceso consciente de rectificación de conceptos y luego, a partir de nuestros hallazgos, diseñar un plan de vida para alcanzar las virtudes que nos hacen falta.

¿CÓMO LLEGARON A FORMARSE NUESTROS VALORES?

  • Esos que llamamos “nuestros valores” son conceptos que iniciamos formando a partir de varios factores:
  • Lo que nuestros educadores tenían en mente para nosotros.
  • Lo que los líderes espirituales de nuestra familia estaban en capacidad de transmitir.
  • Lo que nos permitían o no nuestros padres.
  • Lo que nos permitían o no nuestros maestros.

Un dato realista: 85% de las familias son disfuncionales en alguna medida. ES POCO PROBABLE QUE EL CÓDIGO DE VALORES QUE NOS ENSEÑARON EN LA IGLESIA, EL COLEGIO Y LA FAMILIA NO TENGA ERRORES.

Sin embargo, el proceso de formar estos conceptos comienza desde tan pequeños, que la mayoría no responden a convicciones reales y firmes, sino más bien a condicionamientos que nos formaron a partir de premios y castigos, asociaciones de placer o desagrado que fuimos convirtiendo en hábitos.

  • ¿Será posible que hayamos entendido mal algunos conceptos cuando éramos pequeños?
  • ¿Es posible que alguno de nuestros padres, maestros o líderes espirituales estuvieran equivocados en su enfoque?
  • ¿Será posible que algunos de los hábitos que tenemos no corresponden a valores sino a berrinches que comenzaron como una forma de rebelión a los educadores en lo personal, pero no son parte de una decisión realmente estudiada de las consecuencias que pueden tener nuestras decisiones a corto y largo plazo?
  • ¿Será que todo lo que nos trataron de inculcar era realmente sabio?

Si su respuesta objetiva a estas preguntas es un “si” usted debería buscar los medios de tiempo y sabiduría para efectuar un proceso de rectificación consciente a estos valores.

Si está interesado en un modelo de revisión de valores y generación de virtudes en usted mismo le propongo trabajar con mi libro “ASERTIVIDAD”. En él podrá encontrar, paso a paso, una guía de cómo hacer este importantísimo trabajo.

 

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