devoción: Inclinación, amor y fidelidad especiales hacia alguien o algo.
DEFECTO POR AUSENCIA: INDIFERENCIA
DEFECTO POR EXCESO: DEVOCIÓN EGOÍSTA
La devoción no es una inclinación y amor exclusivamente dirigido hacia Dios, sino algo que podemos enfocar a voluntad a su esencia Divina, presente en cualquier cosa que hacemos y cualquier forma de vida que encontramos a nuestro paso.
Podemos poner todo nuestro interés, energía, respeto, esmero y corazón para realizar con devoción nuestro trabajo, por ejemplo.
Ciertamente, la razón de poder alcanzar tal grado de enfoque y amor es, sin duda, algo que proviene de unir lo divino y sagrado con lo práctico y convencional.
Entendiendo que el ser “un ser espiritual” va más allá de la práctica de rituales que corresponden a adorar y que la naturaleza omnipresente de lo Divino, en la materia, le hace merecedora de extrapolar la adoración a la devoción para concentrar el grado máximo de atención y esmero a cualquier cosa que hagamos para ganarnos la vida.
Visualizarnos, en todo momento, como seres espirituales, nos provee del sentido de perspectiva y misión para llevar toda nuestra vida y formas de expresarla a su máxima expresión de belleza y perfección de la que podamos disponer en cada momento, a través de la atención devota. Cuando nos hacemos devotos del trabajo, ponemos especial amor, dedicación y esmero en las actividades diarias y así impregnamos lo mundano de un elemento Divino.
La Fuente de la devoción es, sin duda, el Espíritu y es con la unión a Éste con el que alcanzamos resultados asombrosos en cualquier actividad.
Los resultados de obrar con devoción suelen implicar el desarrollo de un grado artístico de belleza en lo que hacemos devotamente y es un ingrediente indispensable para poder mantener la excelencia.
Las personas devotas, que tienen claro el concepto Divino de omnipresencia, viven su vida con cada detalle alineado a dar lo más profundo, puro y amoroso de sí mismos.
Viven en armonía con todo y juegan un papel de esmero en su trabajo. Toman su trabajo con sentido de misión sagrada y lo respetan y aman como medio de expresión, no sólo de su materia, sino de su espíritu y su mente y conciben la productividad como un acto sagrado.
Las personas devotas son ampliamente creativas y atentas a los detalles y pueden dedicar con mente y corazón una cantidad inmensa de su energía a pulir y dar de sí, para llevar a la excelencia, cada una de sus tareas diarias y alcanzar objetivos de eficiencia y productividad, sin que su motivación venga de nada más querer enriquecerse, querer vanagloriarse por lo que logran o mantenerse cómodos; viven expresando el amor que se cosecha de alinear la voluntad propia a la de lo Divino.
Las personas que carecen de devoción al trabajo, obran con indiferencia y, por ende, ausencia de Gracia. Conceden a sus actividades sólo el valor directo material que puedan representar en sus vidas las beneficios materiales inmediatos que puedan recolectar a partir de sus acciones; y es, de acuerdo a ello, que determinan el gran grado de empeño con el que obrarán o la calidad de actitud que asumirán al respecto. Al no tener presente el elemento sagrado, el grado de humildad, diligencia y excelencia que alcanzan es inferior y si es que buscan la excelencia, en todo caso lo hacen por razones más bien egoístas.
La ausencia de esta virtud los hace propensos a la soberbia, la corrupción y la negligencia por tener las motivaciones sólo enfocadas en el egoísmo.
El defecto por exceso se da por tratar de exagerar la devoción o mostrarla sólo a nivel de “apariencias religiosas”, sin poner verdadero amor en lo que se hace o prestarle suficiente atención, más que para presumir ante otros o recibir algún beneficio material por ello.
Es asumir la excelencia al servicio del ego y no al servicio del Espíritu o en intentar enfrascarse en un perfeccionismo autodestructivo, que está basado en su miedo a caer en el defecto por ausencia o un sentimiento de baja autoestima, que compensan sólo cuando reciben reconocimiento de los demás por su excelencia.
Ni la ausencia de la virtud, ni el exceso, están basados en nada complicado, sino tan simple como enfoques materialistas de la vida y puntos de aproximación a las cosas que no honran la totalidad de nuestra mutidimensionalidad (cuerpo, mente y espíritu) y que, de hecho, están al servicio de la inmadurez, de intentar vivir la vida sólo queriendo aprovecharla egoístamente, en lugar de alinearnos con el Espíritu que es el único capaz de modelar la virtud y la máxima expresión de perfección disponible en cada uno de nosotros.
Silvia Larrave
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