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La meditación, la paz mental y emocional

En general, es posible mantenernos de buen humor y con claridad, simplemente con hacer pausas suficientes entre estímulos.
No necesitamos tener demasiadas horas de silencio, hasta que tenemos un problema serio o un duelo de gran envergadura; pero es sano y muy importe, hacer pausas para tener un rato de introspección diariamente.

¿Realmente, de qué se trata?

De aprender a seguir el llamado interior, de descubrir el efecto que cada cosa tiene sobre nosotros, de desmentir pensamientos infantiles que podemos tener en automático, de tener suficiente tiempo con uno mismo para encontrar la diferencia entre lo que nos hace feliz y lo que no, de entender las razones interiores por las que estamos constantemente reaccionando al mundo de “afuera”.Ser consciente de las cosas es el trabajo de meditar.

No hay sustituto para esclarecer los dilemas y conflictos adentro y afuera de nosotros mismos. Podrá parecer simplista mi explicación, pero el beneficio que se gana de estar constantemente consciente de lo que se lleva dentro puede ser increíble:
La meditación puede ayudar a ser consciente de lo que se piensa en momentos de emociones intensas y ayuda calmar la mente.
La meditación analítica fomenta la claridad y el autocontrol.
La meditación con la intención de unión a Dios nos sintoniza con el amor, la creatividad y la inspiración.

Sólo toma unos minutos colocarnos en una posición cómoda y dejar fluir los pensamientos, pero no en estado reactivo, sino en actitud de observador. Como quien escucha una radio…
Se aprende a ver entre líneas lo que se siente, lo que se piensa, lo que se necesita, lo que se desea, teniendo la oportunidad de anteponer el razonamiento lógico a la acción…
Y, si se es constante, se conocerá al ser interior entusiasta y verdadero que se puede ser cuando se está en unión a la vida misma… a la divinidad… a la belleza y la forma más simple de verdad: creatividad y amor.

No es necesario entrar en templos, ni fortalecer los músculos para verse en posiciones que requieren mucha disciplina, se puede comenzar por lo más simple:
Tomar la decisión de apartarnos del mundo y sus estímulos por, al menos, unos minutos.
Escoger un lugar en contacto con la naturaleza puede facilitar el proceso, ésta tiene un efecto armonizador sobre las personas.
Si la naturaleza no nos resulta del todo posible o agradable (por los bichos), bastará encontrar un sitio donde podamos estar solos y callados sin que nadie nos moleste.
Es posible que se tenga dificultad para tomar la postura para meditar más conocida… no importa, poder sentarse en el suelo con las piernas cruzadas, no es imprescindible. También puede sentarse en una silla y con las manos sobre las piernas y cerrar los ojos. O, si lo prefiere, también puede hacerlo como si estuviera sentado sobre las rodillas en el suelo.

La meditación también puede hacerse en movimiento, (como se hace en las artes marciales, por ejemplo). De hecho, hay momentos en que el estado en el que uno está lo precisa, momentos en que estamos tan llenos de energía dinámica buscando expresión, en que estar estático resulta incómodo. No se precisa ninguna postura rígidamente. Apenas la intención de estar a solas y en silencio para poder verter el contenido de nuestra mente.

También se puede meditar con un fin en mente, enfocarse en algo específico a voluntad (conseguir una virtud, por ejemplo).
Se consigue adentrarse en el tema y ver el resultado compuesto de pensamientos relacionados y muchos otros que se podría denominar como “inspiración divina”.
No se precisa de ninguna religión ni creencia, sólo se trata de hacer introspección para ganar lucidez y serenidad.

Los momentos de ser sencillos y silenciosos dan claridad para generar grandes proyectos y mantienen las emociones a raya.
Adquirir este hábito hará que resulte cada vez más sencillo anteponer un momento de serenidad para no entrar en reacciones emocionales precipitadas.
Si se tiene problemas de impulsividad, de ira o depresión adquirir este hábito puede generar un cambio extremadamente positivo en la vida.
Ser sereno no es en realidad el fin, pero es deseable vivir en paz.

Ser amoroso no es necesariamente el fin, pero es inevitable estar en armonía cuando se ha ordenado el templo interior.
Ser creativo no es el fin, pero sí que resulta útil para crear soluciones y compartir afectuosamente el día con los demás.
Para crear el hábito, hay que perseverar al menos una vez al día y generar después intervalos más largos, hasta que ser meditativo no requiera ninguna postura en particular.

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